Debido a sus propiedades químicas, el betún plantea retos particulares a los fabricantes de bombas. El betún sólo se vuelve fluido a altas temperaturas y, por tanto, "bombeable" desde un punto de vista técnico. En consecuencia, suele ser necesaria una temperatura de funcionamiento elevada, de unos 150 grados centígrados, para poder bombear el medio.
Estas temperaturas deben tenerse en cuenta a la hora de bombear, ya que, de lo contrario, el medio puede fallar. Además, el propio betún provoca contaminación y efectos ligeramente abrasivos en la bomba. Esto repercute en el desgaste de la bomba y, por tanto, desempeña un papel importante, especialmente en el bombeo de betún.